un inmenso lugar
hoy todo se resume a
que nada es igual” Lu Martínez – La Verdad
Quizás sea la imprescindible necesidad de encontrar, aún sin construirlo, ese lugar, donde todo es tan distinto, que la verdad arrecia. Había que prepararse.
No esperaba volverte a ver, nos habíamos despedido ya, para siempre. Cuando se vuelve por los mismos caminos hay pocas chances que el paisaje se vea diferente, aunque siempre alguien puede convencernos de ser otra persona, y ver las imágenes con otros ojos.
Cuando entraste intenté correrme, pero la sensación era aplastante, no había formas posibles de caminar en otro sentido, aunque lo pensáramos, ambos sabíamos que las probabilidades no nos ayudaban.
Existe un misterio inigualable a la hora de discernir cuanta proporción de deseo puede identificarse en hechos tan aislados, en sucesos que escapan en los bordes y ahí se quedan. Y aquí no hay complicidad posible, la realidad es abrumadora, aunque se nos revele solo al pensarla.
Y así sucedió, coincidimos en el tiempo menos pensado, sin esperanzas de que eso nos llevara juntos al destino. La muerte, la esperanza y yo sobrevivimos a los avatares de esa noche, más oscura y menos tranquila que de costumbre.
Padecemos un especie de acostumbramiento a ver los sucesos del pasado con cierta ternura, que no hace más que esconder la profunda vergüenza de los actos sin ninguna explicación, sobre todo cuando ya no se sabe justificar lo recurrente.
Y así descansamos, hasta el final, sin perturbar el irremediable devenir de las costumbres, solo nos reímos cuando recordamos juntos esa frase, que alguna vez nos dijo esa señora paqueta con cara de cubana que jugaba a entender los problemas ajenos y las demencias propias: “nadie escapa a la rutina”
Allá ella que nunca podrá escapar de nosotros.