Somos presos de la información. En la era de las comunicaciones y las nuevas tecnologías, del libre acceso al conocimiento, de las redes, la interconexión y la visualización permanente de datos, en la era de la “libertad”, somos presos.
Somos presos de lo que nos muestran y lo que nos llega verticalmente, compramos una imagen y la convertimos en realidad. Nos divertimos con ella, sacamos conclusiones, analizamos el mundo, hacemos inferencias, tomamos decisiones, nos peleamos, todo a partir de esa imagen.
¿Qué sucede cuando volvemos y la imagen era errónea? Sorpresa, dos dimensiones no pueden contener todas las variables.
La inmensa capacidad que tenemos los humanos de sorprendernos frente a nuestra propia ignorancia es sencillamente maravillosa. Con mucha facilidad armamos universos realmente ficticios, y no me refiero a la literatura o el cine: hablo de la vida cotidiana. Todo es un “como si…”. Como si necesitáramos ficcionalizar lo que nos rodea, como si alcanzara con un punto para explicar el escenario completo, como si ya no se pudiera mirar más allá. Tratamos por todos los medios de reducir el espacio y su complejidad, aplastándolo.
Información y ruido se están convirtiendo en sinónimos, y cuando hay ruido, no se puede escuchar con claridad. Hay que volver al principio. Mirar desde lejos, escuchar desde lejos y valorar la distancia.