Dentro de las músicas existe la posibilidad de encontrar letras para todos los gustos. En todas las culturas e idiomas se puede abarcar el amplio espectro que va desde lo misterioso a lo literal.
Una falsa creencia, sobre todo afianzada en las capas medias letradas, reza que la erudición del músico está dada -en parte- por el nivel de complejidad literario que maneje en sus composiciones. Al decir de Pierre Bourdieu, un francés copado que le metió la teoría crítica a la cultura, “nada afirma más claramente la ‘clase’ a la que uno pertenece, nada clasifica de manera más infalible, que los gustos en música”
Así, para algunos, Spinetta o el Indio estarían en la cima de la pirámide y el Pepo, Pablo Lezcano y la Mona Giménez en la base. La necesidad de categorizar valorativamente le ha hecho bastante mal a la música, pero nos sirve para saber donde se ubica cada uno en la escala social.
En el camino hacia la supuesta erudición, para ganar en vuelo literario se pierde lo literal del mensaje. La palabra precisa cumple un rol fundamental dentro de algunas expresiones musicales, quizá el rap sea el caso más claro.
El hip hop como movimiento contracultural dio variedad de formas artísticas, entre ellas el rap. La pata musical de una corriente que surgió en los suburbios de Nueva York pero que condensó cientos de años y variedad de territorios en su mixtura.
Comunidades afroamericanas cruzadas por el disfrute pleno del baile, años de discriminación racial y el descontento social que produjo el empeoramiento progresivo de las condiciones de vida mientras avanzaba la década de 1960. Esto en el medio de una efervescencia musical de la mano de la movida disco y las fiestas en las calles y en las casas que se repetían por doquier.
Pero lejos de las miradas románticas sobre esa historia, como casi todo alrededor de la música, el rap también surgió de los encuentros. Lo importante en esas fiestas era bailar y que se mantenga el clima festivo todo lo posible.
Los MC (maestros de ceremonias) eran los encargados desde el micrófono de animar las fiestas en los suburbios neoyorquinos. Lo hacían mediante frases o latiguillos conocidos que repetían en el inicio y final de las canciones. Ellos fueron los raperos prehistóricos.
Recién a fines de los 70 aparecieron las primeras letras. Luego de ver a conductores de radio mezclar pistas al aire, los MC comenzaron a usar la misma técnica y necesitaron intervenir con sus voces cada vez más entre transiciones.
Entre los antecedentes, de quien puede ser considerado el primer rapero y la primera letra de rap con contenido social, y la actualidad ha pasado de todo. Esas intervenciones puramente destinadas a animar las fiestas han mutado hasta convertirse en elaboradas letras provistas de fraseos con gran impacto social y compositivo, que incluso están llevando a raperos a la cárcel.
Dentro de un movimiento invisibilizado como pocos, salvo en las excepciones que se acomodan perfectamente a las leyes del mercado y lo masivo, son las mujeres las que están aportando lo novedoso.
Las que no pierden de vista que, en el rap, lo importante es el encuentro y bailar, pero sobre todo, el mensaje.