Durante milenios la sociedad occidental (o sea todos nosotros) concibió al tiempo y al espacio como factores externos a nuestra realidad. Siempre habían existido y los hechos y sucesos ocurrían en ellos sin afectarles ni producirles modificación alguna. El tiempo y el espacio son dos de los elementos de los que no podemos escapar, pero que rara vez nos detenemos a contemplar.
Aquellas filas infinitas
saliendo de central
El empedrado está tapado
pero allí está
A principios del siglo XX ocurrió una revolución silenciosa. La comunidad científica cambió radicalmente la concepción del tiempo. Este ya no era externo y absoluto, igual y único para todos. Sino todo lo contrario. Cada individuo puede tener una medida propia del tiempo transcurrido entre dos eventos.
La primavera en aquel barrio
se llama soledad
Se llama gritos de ternura
pidiendo para entrar
Y no solo eso, también resulta científicamente inútil hablar de pasado, presente y futuro. El tiempo se compone, según la teoría de la relatividad general, por tres flechas (la termodinámica, la psicológica y la cósmica). Y por si eso fuera poco resulta que nuestra disociación habitual del tiempo en una simple línea recta puede ser por completo reversible. En otras palabras, el sentido ordenado pasado, presente, futuro podría (teóricamente) ir en el sentido contrario.
Todo tiene un tiempo,
vos y yo tenemos alegría
de tener espacio dentro de este corazón.
Un vaso de vidrio con agua se cae de una mesa; el agua y el vidrio se desparraman. Pasan de un estado ordenado a uno desordenado: Pasado, presente, futuro. Podría revertirse esa sucesión: futuro, presente, pasado y que el sistema vuelva a estar ordenado sobre la mesa. Sin embargo es la famosa y poco comprendida entropía la que impide que eso suceda. En todo sistema general, existen mayor cantidad de posibles estados de desorden. Por ejemplo, un rompecabezas, tiene uno y solo un estado ordenado y muchísimos estados posibles de desorden. La segunda ley de la termodinámica dice que todos los sistemas tienden con mayor probabilidad naturalmente al desorden.
Ey la primera, es la verdadera.
Ey la segunda, que no te confunda.
Ey la tercera, pierde un turno espera el amor.
No solo se descubrió que el universo viaja inexorablemente hacia el desorden (lo que no es necesariamente negativo). Una de las conclusiones más importantes de este cambio de paradigma fue que el tiempo no es infinito. Todo lo que conocemos, y lo que no, tuvo un inicio. Y tendrá, muy probablemente, un final. En ese camino el tiempo es una variable flexible y dinámica. Todos tenemos una percepción diferente de él, aunque nos obstinemos en seguir creyendo lo contrario. La humanidad toda persigue de manera estoica el orden, mientras el universo todo va en sentido contrario.
Un día nos encontraremos
en otro carnaval
Tendremos suerte si aprendemos
que no hay ningún rincón
que no hay ningún atracadero
que pueda disolver
en su escondite lo que fuimos
el tiempo está después.
Dos de las canciones más hermosas escritas sobre el tiempo, el desorden y sus infinitas variantes son de autores uruguayos. Una es El tiempo está después de Fernando Cabrera. La segunda es Mandolín de Gustavo “el Príncipe” Pena.
Pepe Curioni es un productor, compositor y músico. Argentino de nacimiento y español por adopción desde 2002. En el año 2015 grabó un disco con versiones de canciones como forma de agradecer a los cantautores latinoamericanos. Sostiene que “tenemos una deuda con el Cono Sur. Ese sur que es nuestro norte, del que irradian todas las músicas y al que nunca hemos escuchado como se merece. Tenemos una deuda con el padre Charly y con el Abuelo Miguel. Con los benditos uruguayos como Cabrera y los malditos como el Príncipe.”
El disco se llama Otros jardines y tiene hermosas versiones de ambas canciones: El tiempo está después y Mandolín.
https://www.youtube.com/watch?v=iSIq1GH1FIw