El siete de septiembre fuimos de viaje. Cada tanto lo hacemos, es una linda experiencia. Llegar a un espacio nuevo, un espacio inicialmente amplio, ruidoso, lleno de gente y de máquinas que vienen y van. Un espacio denso, con un clima brumoso, calles y avenidas húmedas y patinosas. Con grandes edificios, algunos antiguos y otros muy modernos, con paisajes arquitectónicos admirables y con paisajes sonoros que con algo de creatividad acompañan la pintura completa pero que oídos desde lejos son solo ruido.
¿Cómo disfrutar de esos espacios de manera habitual?
Llegamos a uno de esos edificios que parece haberse atascado en una especie de limbo espacio temporal. Estructuras que contienen en su esencia miles de historias amontonadas tras años y años de ver personas pasar por allí incesantemente. Edificios que cumplen diferentes funciones a lo largo del tiempo, incluso teniendo en cuenta que el abandono también es una forma de usarlos.
¿Cómo incluir esas historias al recorrer esos espacios?
Recorrimos esos grandes y amplios pasillos. Nos asombramos por la perfección en cada elemento. Nos sorprendimos de que todo esté bien hecho. Contemplamos la luz que ingresa por los vidrios de techos y ventanas y la inmensidad de cada estructura.
Ingresamos a esa sala casi compuesta íntegramente por madera. Piso, escenario, butacas, techo y paredes de madera. Aunque estamos habituados a ver música, pocas veces tan cerca. Nos sentamos casi como si estuviésemos perdidos. Nuestra única referencia era el escenario y allí solo había un piano, una bandeja de vinilos, una guitarra, una pequeña batería y un micrófono.
¿Cómo desaparecer completamente?
Y como esas mamushkas de madera hermosamente pintadas, fuimos renovando nuestro viaje, canción tras canción. Una viaje dentro de otro. Hasta llegar a que quede planteada la pregunta central y su propia respuesta. Todo en uno. Hasta llegar a concentrar todo lo posible en la menor cantidad de espacio posible. Se redujo todo lo inmenso a tan solo un punto sonoro.
Cómo desaparecer completamente.
Ese es el nombre del último disco de Marco Sanguinetti. Un “tributo”, no a la obra de Radiohead como bien dice el prólogo del disco, sino al concepto Radiohead. Disco que fue presentado en el centro de ese viaje, este siete de septiembre en la sala Argentina del Centro Cultural Kirchner.
Entre temas Marco nos charlaba. Como bien reconoció él mismo, le gusta hablar además de compartir su música. Nos dijo que era importante no solo disfrutar con la música, sino que esta también nos ayude a pensar. A profundizar en nuestros pensamientos y en el papel de la música en esa reflexión. Y al mismo tiempo en la función central de la música en nuestra cultura y sobre todo en nuestra identidad.
Terminamos agotados. El viaje nos agotó. Los viajes nos agotaron. Como lo hace cada experiencia que disfrutamos con cada célula de nuestro ser.
Un pequeño adelanto de ese hermoso disco doble pueden escuchar en el bandcamp del músico, también allí pueden comprar la versión digital en la más alta calidad. También pueden conseguirlo en formato físico en su sitio oficial o en breve a través del Club del Disco
Si no, play a continuación…
Y a quién le guste el experimento, aquí una lista
con las canciones originales en el orden en que aparecen en el disco.
Sep 19.2016 / 4:05 pm /
[…] “Canción tras canción. Una viaje dentro de otro. Hasta llegar a que quede planteada la pregunta central y su propia respuesta” – Germán Batalla / Ver nota completa. […]