Raíces

Cuando en 1997 escuchaba “El juego verdadero” de los chilenos Tiro de Gracia era imposible pensar que 20 años después la movida del freestyle iba a inundar los barrios de rap.

Era difícil pensar en una fecha un sábado en un centro cultural local que reuniera a pibes de veintitantos años, raperos de casi todas las localidades alrededor de Luján compitiendo en la final de un torneo que lleva meses de desarrollo.

El rap es ajeno al gran público, la inmensa mayoría no tiene idea de que se trata. Solo una vez al año cuando una bebida energizante esponsorea la competencia del mainstream aparece alguna que otra noticia en los medios, siempre alrededor de la sorpresa que genera la convocatoria llenando el Luna Park.

La lógica del rap de barrio rompe con casi todas las premisas de la escena musical establecida: se puede hacer en cualquier lugar, cualquiera participa, no hay centralidad en una figura, no necesitan del gran público para que funcione.

La propuesta se centra en lo colectivo y en la comunión. El encuentro entre participantes son condición necesaria para que la movida exista.

Quizá en parte por esto el rap no se escucha en las radios, no existe en la TV, ni siquiera raperos masivos son difundidos. Lo que no forma parte de una decisión comercial o basada en el rating, forma parte de la voluntad de mantener en los márgenes a la cultura de los barrios.

La movida freestyle recrea la esencia, décadas después, del origen del rap dentro de la cultura hip hop de Estados Unidos, habitantes de los barrios periféricos de Nueva York se juntaban en las esquinas a rapear sobre bases de beatbox. Esto hace que algunos fundamentalistas de la cultura renieguen de la movida por reflejar una especie de colonialismo cultural yanky.

Pero esa esencia proviene de mucho más atrás en la historia y se reconoce en las lejanas tradiciones del griot, antiguo contador de historias del África occidental, quien iba transmitiendo la historia oral de generación en generación mientras cantaba. Como el jazz y el funk, el rap posee raíces profundas en la historia de los pueblos que sufrieron la esclavitud y la migración obligatoria en diferentes momentos de su historia.

Esa tradición histórica se hace presente en cada competencia. Esas huellas que quedaron luego de siglos de historias son las que pueden encontrar en parques y plazas casi todos los fines de semana, la próxima vez que los crucen, acérquense y déjense atrapar por la energía que circula en esos encuentros.

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