Doce sílabas entran en la mirada de un transeúnte desprevenido cuando come al paso y tira monedas sin cesar.
Doce sílabas entran en las palabras justas para comprender el remolino intermitente que se avecina.
Doce sílabas son y serán, siempre, un camino.
Doce sílabas espantan los tumultos y corren desprevenidas hacia lo resuelto.
Doce sílabas de mar cruzan las miradas y humedecen el verdor.
Doce sílabas empiezan por creer y se quedan en la magia de lo redundante.
Doce sílabas jamás alcanzarán para jugar y desvanecerse.