Un día, alguien sabrá desde cuando, llegaron grandes cantidades de terror, una parte importante se la llevó el miedo, a ser, por tiempo determinado, en una cárcel. Supongo que no proviene de creer en el encierro o en el sufrimiento de lo aislado, sino todo lo contrario, en el contacto con la plenitud del desconcierto que la humanidad ha sabido desarrollar.
Entonces, él dijo: “Los únicos son los imposibles.”
Y ella contestó: “Tus despedidas nunca son definitivas, no puedo alcanzar sus significados, aún.”
Caminaron por el patio, el sol no era penumbra, era desierto. No supieron sentarse y el tiempo terminó. Allí el encierro no carcome los silencios, el sonido vive la libertad de nunca ser escuchado.