Existe un territorio remoto, donde miles de muñecos caminan cada día en el mismo sentido. El ejercicio de la contemplación ha regenerado torres de miradas y estos seres no parecen encontrarse o, peor aún, estoy seguro, no perciben groseramente la presencia que los observa. Ante la sorpresa de los superiores, poseen un don impracticable, que consiste en no tropezar, en recorrer los infinitos puntos del camino sin ver, pero sin chocarse.