Amanda pregunta: “¿Las radios van a dejar de tener relevancia si el mundo mejora? Porque viven de dar malas noticias y ya no tendrían importancia si el mundo mejora… “
Equivocada o no, en su mirada, concreta y material, hay una equivalencia unívoca entre lo que “la radio” dice y lo que “el mundo” es.
La radio habla pestes del mundo, el mundo es una peste.
Existen variedad de estudios e informes sobre el contenido de la agenda informativa de los medios de comunicación.
En general centrados en la variabilidad del contenido. Poco existe sobre una pregunta previa ¿Por qué en los medios predominan las malas noticias?
La primera respuesta, intuitiva y torpe, recurre al viejo dilema del huevo y la gallina o de las audiencias y el contenido. Los espectadores quieren malas noticias, le damos malas noticias. Si quisieran otra cosa, le daríamos otra cosa.
La pregunta que surge es ¿qué ocurriría en la subjetividad social si la ecuación se invirtiera? ¿Sería eso socialmente posible?.
Teóricamente la noticia surge de la excepción. La regla clásica indica que todo debe funcionar bien, y si no lo hace, entonces será noticia.
Pero también hay miradas que indican que la construcción mediática de una realidad exclusivamente catastrófica impide imaginar un futuro esperanzador.
Algunos estudios demuestran la preferencia social por las negatividad en la información y aportan como explicación la tendencia a creer que somos mejores de lo que pensamos y lo “anormal” nos pone en alerta para ser solucionado y anular el peligro.
Lo que explicaría por que un asesinato es noticia muchas más veces que el arcoiris de esta tarde. No hay peligro en él, solo belleza.
¿Cuál es límite entre la información como alerta y resguardo social y la consolidación de una subjetividad colectiva que sentencia que el mundo es una mierda y por ende no vale la pena ponerse a construir futuros mejores?
Mientras buscamos la respuesta, mejor ponemos música.