Tapar

De un tiempo a esta parte varios músicos reconocidos, sobre todo del mundo del rock, se han visto involucrados en denuncias o declaraciones sobre el rol que le asignan a las mujeres en su vida de estrellas. Hacen falta muchas más que estas líneas para concluir por qué, después de tanto tiempo de vida musical, ahora esto toma estado público tan rápidamente.

Pero una de las razones fundamentales es que tanto las víctimas de abuso, como las personas que presencian dichos discriminatorios, violentos y misóginos hacia la figura de la mujer, han comenzado a abandonar el silencio y a compartir públicamente sus relatos.

¿Qué ha cambiado? Hasta no hace mucho, para que algo sea “público” necesitaba si o si pasar por los grandes medios de comunicación. Lo que allí no se publicaba, no existía. Y si tenemos en cuenta que las estrellas de la música son parte de un fenomenal negocio, y que estas “cosas” dañan fuertemente la imagen de quienes facturan (o facturaban) miles de millones para grandes compañías, es obvio que a muchos interesados en el negocio les parezca que son temas que deben ser tapados.

Pero a partir de la irrupción de las redes sociales y la masificación de internet. Situaciones hasta no hace mucho ocultas sistemáticamente por los medios, comienzan a tomar estado público. Esta situación, evidentemente, pone nervioso a más de uno.

¿Por qué? Porque dada la magnitud de la problemática del abuso sexual en nuestra sociedad, seguramente estos no son casos aislados, sino ejemplos de prácticas largamente establecidas. Basta hablar con algunas personas que viven en el ambiente para que citen variedad de casos de músicos que cometen estos y otros abusos de manera habitual. Los varones convertidos en estrellas musicales, lo cuál les otorga un halo de privilegio (con su consecuente impunidad) han usado esa posición y se han aprovechado (y se aprovechan) de su reconocimiento social para cometer estos actos. Las estrellas musicales resultan solo un ejemplo de la malversación de ese poder o privilegio de los varones sobre las mujeres.

La sociedad (y el mercado) los ha puesto en ese lugar. En ese pedestal de supuesta supremacía artística que merece ser alabada. Lugar desde el cual, según ellos, casi todo les está permitido.

Sería importante que los varones comencemos a comprender que, estos no son casos aislados y que no sirve al fondo de la cuestión repetir y repetir los dichos aberrantes de un fulano para indignarnos de su imbecilidad. Además de la necesaria condena social, debemos aceptar que estamos ante la presencia de una problemática más extendida de lo que suponemos. Y que lejos de esperar de los medios de comunicación masivos reflexiones humanas al respecto, debemos educar a nuestros hijos en el sano amor, enseñándoles a respetar siempre la voluntad del otro, y lamentablemente en el caso de nuestras hijas, también a identificar y decir inmediatamente cuando alguien intente abusar de ellas.

Sigo pensando. En las razones, en los porqués. En la música, en la infinidad de veces que escuché, bailé, canté y hasta fui a ver a ese fulano detestable. Pero sobre todo en la imposibilidad, cada vez más evidente, de disociar el ser humano del artista.

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