y que la muerte les llegue pronto;
yo seguiré sus ataúdes
en la pálida tarde,
y observaré mientras los bajan
hasta su lecho último,
y me quedaré parado frente a sus tumbas
hasta asegurarme que estén muertos.”
Masters of War – Bob Dylan (por Pearl Jam)
Ese instante de dolor, las manos en el cuello, las caricias, el moribundo y las historias de sufrir.
Existe un pequeño embudo donde sedimentan los sabores de los indefensos a punto de morir. Cada asesino guarda y acarrea los restos, como su colección personal.
Los segundos que separan la decisión del acá poseen entidad única, es difícil comprender la razón de su existencia. Agoniza quien nunca se salvará del arribo. Esa cuenta regresiva a lo inevitable que convierte a lo supuesto, en hecho consumado, incluso ante el desenlace.
Solo las personas después de morir conocen lo irreversible, el desafío al fin. Nadie puede prepararse para lo intrascendente, ni el regocijo del suicida, ni los ateos desechables, ninguno de los nacidos o por nacer puede encontrar el lugar preciso donde esconderse de lo invisible pero simple y tangible.
No intente compartir el dolor previo a la muerte repentina, ya llegará el momento de sufrir la agonía propia.