No debería extrañarnos demasiado nuestra obsesión por el sol. Milenios de personas alucinadas por la rareza de esa estrella tan cercana y esquiva.
Nos debería parecer muy extraño que pase desapercibido. Que no lo veas cada día con nuevos ojos. O que no te detengas algunos segundos para preguntarte ¿qué es eso? ¿quién lo puso allí? ¿quién nos puso aquí?
Después de tantos años, miles de años, todos tienen una respuesta disponible. Sin embargo, las preguntas se siguen repitiendo. Preguntas con respuestas de todos los colores, se siguen repitiendo, como si no existiera la que nos convenza a todos.
Algunos decidieron adorarlo, otros deciden ignorarlo. Algunos intentan explicarlo y otros predecirlo.
Y mientras todo eso sucede, las niñas siguen preguntando como llegó el fuego hasta allá arriba, y nosotros seguimos retratándolo, con la común esperanza, que en algún momento, el sol o alguna de sus miradas, nos de una respuesta.
Imagino a los músicos y su contemplación cotidiana del sonido. Como si fuesen los rayos del sol asomando cada día. Las mismas notas, los mismos tonos, pero siempre distintos, como aquellos que deciden mirar siempre con nuevos ojos.
La foto del sol es de Manu, como todas y cada mirada que busca respuestas.