Ser padres hoy

Como casi todo en la vida, a ser padre se aprende.

Y si no nos ocupamos de aprender, repetimos lo que vimos, lo que vivimos.
En la actualidad repetir puede derivar en algo positivo, quizás en algunas excepciones. En la mayoría de los casos, la repetición de hecho reproduce lo más choto de la paternidad: mandatos, violencia, inseguridades, ausencias y varios etcéteras más.

Luego de 10 años de ser padre no tengo un solo recuerdo de un hombre que se me haya acercado a darme un consejo, a explicarme o tratar de enseñarme “como ser mejor padre”. Ni uno.

¿Increíble, no? No.

En general los hombres solo sabemos reproducir lo establecido, y sobre todo si lo establecido nos garantiza bocha de privilegios.

Lo que aprendí sobre ser padre en estos años se lo debo casi exclusivamente a mujeres: a mi madre, a mis hermanas, a mis compañeras y amigas, a la madre de mi hija.

¿Y de mi viejo? De mi padre tengo el registro de una paternidad que combina rigidez con un vínculo amoroso y dedicado a las tareas de cuidado en el hogar.

Proponerse romper las pautas establecidas de crianza no es fácil.

A pesar de la gran cantidad de privilegios con los que contamos (por si hace falta aclararlo, por ejemplo, los hombres podemos abandonar a nuestros hijos e hijas sin pagar ningún costo, ni económico ni social) no tenemos una guía para romper los mandatos.

Encontramos muchas referencias de lo que no hay que hacer: no ser violentos, no fomentar la agresividad en los hijos varones, ni ser abandónicos, ni despreocupados de las tareas cotidianas de cuidado, solo para empezar.

La principal falencia es que tenemos pocas referencias sobre lo que si hay que hacer: abrazar, acariciar, expresar cariño, aprender a acompañar sin generar miedo, escuchar, aprender a cuidar, estimular la autonomía, criar personas que eviten la violencia en sus vínculos, evitar implicar a hijos e hijas en conflictos de adultos.

Pero lo más difícil para los varones es entender por qué seguir repitiendo las formas de crianza establecidas está mal.

Nos falta comprender el vínculo entre la crianza de niños y niñas y los posteriores problemas sociales vinculados, por ejemplo, con la violencia en todas sus formas.

¿Cómo se resuelve esto? Ni idea.

Un primer paso puede ser aceptar que debemos renunciar a nuestros privilegios y que es urgente reemplazar algunas formas de crianza. Ojalá cada día más padres salgamos al encuentro de esa tarea.

*

Ilustración del libro Papá y Yo a veces de María Wernicke



  1. Abr 6.2022 / 3:44 am / Responder

    La verdad, tenés mucha razón y me encanta saber que en algún lugar del mundo está uno de muchos hombres preocupándose por este tema, ser conciente y poder por sobre todo, decirlo. Me alegraste el día y me diste en qué pensar de una manera más profunda y desde la perspectiva de un papá, me sirve para mañana entender y ayudar a mis amigos padres y quizás al futuro padre de mis hijos (no sé que me deparará la vida, quizás me vaya antes)

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