Complejos son esos momentos en los que somos plenamente conscientes de la finitud de nuestra existencia. Demasiado a nuestro alrededor aparece como infinito, cuando en realidad casi nada lo es.
Esa aparente infinitud nos empuja, entre otras cosas, a la acumulación permanente, al amontonamiento progresivo de cosas, una sobre otra, una tras otra.
¿Cuál es el sentido de esa acumulación? ¿Cuál es su utilidad verdadera?
Hoy acumulamos palabras, documentos, tuits, fotos, mensajes de wasap, ropa y aparatos de todo tipo. Se amontonan amistades y seguidores; se acumulan notificaciones, correos electrónicos y respuestas pendientes. Todo se acumula, lo material y lo inmaterial. Casi nadie puede escapar a esta lógica.
Quizá la clave esté en separar lo superficial de los descubrimientos y encontrar las formas de conservar lo encontrado.
No nos alcanzará la vida para explorar toda la música que la humanidad a creado, crea y seguirá creando. Ni siquiera si nos abocáramos a un género o a un pequeño período de tiempo sería posible.
Por esto necesitamos ayuda en la búsqueda, para separar lo superficial de los descubrimientos.
Y cuando juntos encontramos esa canción que nos llega, la amontonamos en algún lugar y respiramos aliviados porque nos queda un poco menos de infinito por descubrir. Pocas cosas tan obstinadas y aparentemente tan reconfortantes como esa batalla contra lo imposible.
Por eso debe ser que amamos descubrir canciones. Estas doscientas canciones descubiertas en los últimos meses son la forma de nuestro amontonamiento.