No lo hemos visto todo.

Desde hace un tiempo vivimos frente a las pantallas. Horas y horas con la mirada fija viéndolo todo. ¿Todo? No, todo no.

Aunque el crecimiento abismal del consumo audiovisual, sobre todo portátil, nos quiera convencer de lo contrario, aún no hemos visto nada. Nada de lo que no queremos ver.

Hoy, como hace unos días, la discusión impacta de lleno contra la posibilidad o no de publicar una imagen. Publicar, hacer público lo que sucede o sucedió, luego inmortalizado en una foto. Hacerlo masivo.La discusión sucede -o al menos eso nos creemos-, se ubican unos a favor y otros en contra: los defensores del todo vale a favor, los defensores de cierta ética, en contra.

Mientras tanto, el hecho sucede. Sucedió. ¿Sucederá de nuevo?

Y a pesar de estar acostumbrados, de vivir en la normalidad de ver en la misma línea de tiempo virtual, un video de un borracho cayéndose en la calle e inmediatamente después las imágenes más atroces que puedan existir, aparece la novedad, siempre aparece. Nos creemos haberlo visto todo, pero no. De nuevo, no.

Aunque no lo parezca, hay situaciones a las que le negamos la vista.  ¿Nos negamos a que sea normal que sucedan? No, claro que no, nos hemos acostumbrado a la muerte de inocentes hace rato. Nos negamos a verla. No podemos ver la muerte de los inocentes, ni la prueba irrefutable de esa muerte. Y mucho menos si se trata de niños o niñas. ¿Por qué? Dígame usted. Cuénteme por qué todos sabemos, pero no queremos mirar. Porque, a contramano de las mareas de consumo que nos quieren convencer de lo contrario, pareciera que aún no lo hemos visto todo, ni queremos verlo.

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.