Memoria

Las primeras veces que íbamos a bailar a la discoteca de moda, allá lejos a mediados de los 90, se bailaba música electrónica. Nosotros le decías “marcha”, pero era en general música dance o tecno. No recuerdo un solo set de aquellas noches, solo recuerdo que repetimos como autómatas la misma secuencia de movimientos una y otra vez durante horas.

Luego pasó un poco la moda, y los ritmos empezaron a ser más variados. El boom electrónico quedó prácticamente asociado a la música dance y a las raves. Fue una época durante la cual las tribus musicales se continuaban odiando, quizá como un resabio de los verdaderos enfrentamientos durante los 70 y los 80.

Sin embargo, variedad de músicos empezaron a cruzar fronteras y a desafiar, incluso ganándose el repudio en los recitales en vivo, las separaciones impuestas culturalmente entre géneros musicales.

Pasó el tiempo y el estigma cultural a la música electrónica fue mucho más efectivo que las noches de baile y encuentro festivo. El estigma fue uno de los responsables de que repitiera, durante mucho tiempo, que la música electrónica no me gustaba.

Pero mientras repetía que no me gustaba la escuchaba. Cuando ponía los discos de muchos músicos o bandas, ahí estaba mezclada entre otras formas musicales. Me gustaba pero no me daba cuenta.

Hasta que alguien me contó, que de la misma manera que “EL” rock no existe, “LA” música electrónica no existe. En todos los casos existen variedad de músicas que merecen ser exploradas y que se vinculan de una u otra manera con nosotros.

Me explicó que no es lo mismo el dance que el ambient, ni el dub que el trance. Y que había algo que se llamaba IDM (Intelligent Dance Music) que había surgido a principios de los 90 como contracara de aquel reinado del dance y que era un especie de costado experimental de la electrónica. Música pensada para disfrutar más allá de las pistas de baile.

Seguimos ampliando la mirada y hasta llegamos a desarrollar teorías sobre la relación de los ritmos electrónicos con los ritmos originarios y la capacidad que los primeros tienen de despertar cierta parte de nuestra memoria ancestral corporal.

Entonces fue cuando comencé a escuchar de otra manera.

También aprendí que Berlín es una de las ciudades europeas más prolíficas e interesantes para descubrir variedad de música electrónica. Que la movida allí se puede remontar a la década de los 70 con los Kraftwerk. Y que de allí son los Moderat, un trío formado por la unión del músico Apparat y el dúo Modeselektor, con tres discos editados desde su formación allá por 2002.

En breve los Moderat vienen a tocar acá cerquita y por primera vez después de tanto tiempo, vamos a ver si la memoria se conecta con alguna de aquellas noches lejanas de baile primitivo.

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