Es interesante pensar en las múltiples formas que tienen los medios de manifestarse.
No, no los medios de comunicación. Los lugares en medio de, los pensamientos en medio de, las voces en medio de.
¿Dónde quedaron los medios de este mundo? Alguien dijo, que hubo un momento en el que las medias tintas fueron acalladas, y sucumbieron lentamente bajo la voz de los extremos.
Podríamos sospechar que existe cierta pereza que impide pensar a los medios como complejidad necesaria.
Por caso, supongamos que alguien quiere convencernos de que el mundo es de color blanco o negro. Nosotros vemos los colores, nos han hablado de ellos, sabemos que existieron, existen y existirán, pero así y todo tenemos a nuestro alrededor personas, que no solo nos quieren convencer que todo es, o blanco o negro, sino que, finalmente, terminan por ver en blanco y negro. Los colores, los omiten o los convierten a lo aceptado por su percepción.
El blanco y el negro son los opuestos en el sistema aditivo de creación de colores. Ese que usamos para generar colores mezclando témperas, por ejemplo. El blanco representa el valor máximo de intensidad lumínica, y por el contrario el negro la ausencia total de luz. El primero puede recrearse mediante valores máximos de los colores primarios, el segundo no puede recrearse, necesita de la ausencia total para percibirse.
Los medios son ese territorio de transición, entre el desconcierto de la máxima intensidad y la mirada cuando reposa ante la presencia oscura. Son todo lo que ocupa el recorrido entre la partida y la llegada.
Aunque el panorama no parece alentador, siempre están cerca algunos representantes, o defensores, del recorrido, del mientras tanto, los que valoran mucho más el transcurrir que los extremos.
Porque si dejamos que nos convenzan de que el mundo es blanco o negro, a nadie le parecerá necesario mezclar los elementos para generar las tonalidades. Y así es como el vacío le gana a la complejidad, y domina la escena.
Cuando nos venden vacío, nos están regalando las ganas que alimentan la comodidad, y entonces, calladitos la compramos.