Leemos

“Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo”
Ludwig Josef Johann Wittgenstein. Vermischte Bemerkungen, 252

 

No leemos más a los clásicos, sino a través nuestro. No tomamos de puño y letra las historias más recordadas. Solo nos complacemos en jugar a pensar en ellos, desde lejos. Su grandeza parece llegarnos a través de la sed o del viento, y ellos nos castigan por eso. Nos obligan a vivir sumergidos en una lava helada que impide el movimiento, hasta que aparecen, para conducir los momentos hasta allí.

Ahí donde cada uno ubica su ojo, donde pretende encontrar, en verdad, ya todo estaba dicho. El mensaje se vuelve contenido y la forma desaparece, solo queda la impresión divina de quién cree en las verdades. Quién por un silbido descubre que el todo no es solo lo esencial, sino todo lo imprescindible.

Y así, escupimos sin razones lo incómodo y lo neutral, para tratar de convencer a aquellos que ya jugaron y nunca pudieron ganar.

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