La primera fue la imagen más elocuente hasta hoy. Ella debajo, casi diminuta, él desde lo alto sorprendido. Creyó que debía subir, y era paradójico que viviera tan alto, buscando lo que brilla en la ausencia.
Tenía escondido en sus límites el suspiro interior y como todas las imágenes duró solo un instante. Algo la depositó allí, en un balcón pendiente de resolución, a los pies de una ventana que mostraba su realidad en los costados.
Ahora volvieron las distancias, esas que aparecen resumidas en las miradas,
y volvieron las miradas, esas que nunca resisten aquella imagen elocuente.