Mi hermana mayor escuchaba Luis Miguel. Fue la primera vez que escuché un bolero. En esa época en la que nuestros prejuicios no están aún desarrollados aprendí a disfrutar mucho de esa música. No la escuchaba solo cuando sonaba de fondo, también elegía escucharla y la disfrutaba. Romance es de 1991 y tiene composiciones de varios de los autores más reconocidos del género, Manzanero, Cantoral, Emma Valdemar o Chico Novarro. Creo que es el disco que más veces escuché en mi vida.
Mi otra hermana mayor no sé que escuchaba en esa época. Pero recuerdo que fue la encargada de confirmar que para reyes de 1994 “queríamos” La era de la boludez de Divididos. El segundo disco que más escuché en mi vida. Luego, fue la responsable de llevarme a mi primer recital, previa travesía por el conurbano, con vino incluido, en la caja de una camioneta de Castelar a Obras. Mucho tiempo después “tomé prestados” de su discografía CDR grabados de Bjork, PJ Harvey o PEZ.
Hoy, por esas cosas que ni siquiera es necesario explicar, ambas están lejos, pero no tanto como aquellos recuerdos. Y por esas mismas razones inexplicables, la música que más disfruto en estos días la hace un dúo alemán que se llama Grandbrothers, en castellano, hermanos mayores.
Otra de las cosas que ni hace falta explicar, es como esos sonidos derramados hace tanto, se combinan y llegan a esta unión entre recuerdos y distancias tan grandes, como las que se supone que hay entre una computadora y un piano de cola.