Un día del año 2000 estábamos frente a una computadora y a la fotocopia de partes de un libro.
Leíamos y escribíamos, como los niños cuando hacen la tarea para la escuela.
Hay pequeños instantes en la vida durante los que se abren inmensas puertas, tan inmensas que es imposible no pasar a través de ellas.
Ese día descubrí varias cosas que no sabía
Nos enteramos allí, en esa fotocopia, que en La Plata (provincia de Bs As) unos adolescentes durante el año 1976 habían sido secuestrados, encarcelados y torturados, por organizarse y reclamar un boleto secundario más barato para viajar en el transporte público.
Descubrimos, también, que en medio de esa situación encontraron un tiempo y lugar para la esperanza y el escepticismo.
Encerrados y sin un destino cierto, la nochebuena de ese año María Clara propone un rezo conjunto.
-¿Para qué? -pregunta Horacio- Si Dios existiera nos sacaría de acá.
-Dios está distraído -soltó Calibre.
-¿Y si mejor cantamos algo? -propuso Pablo, mientras comenzaba una discusión sobre fe, cristianismo y revolución.
Hasta que Néstor Silva grita “Basta, che. Los que piensen que Dios existe que recen y los que no, que hagan lo que quieran. Vamos, cantemos…”
Horacio lo interrumpe de nuevo, “Dios es empleado en un mostrador, da para recibir” y les tira parte de las Confesiones de invierno de Sui Géneris publicadas durante 1973.
Charly García logró que la discusión se extinguiera entre risas.
Ese día me sorprendió que un grupo musical pudiera componer algo tan poderoso que generara una discusión sobre la fe en medio de una situación límite impensada para un grupo de adolescentes. Y así salvarlos, al menos por unos minutos.
Ese día descubrí a Charly García. Lo conocía, claro, ¿cómo no conocerlo?
Pero ese día Charly se acomodó dentro de mi biblioteca de sentidos, esa que tiene a todos los músicos que, simple y sencillamente, nos pueden salvar la vida en los momentos más dolorosos.