Demonios

“¿Es usted un demonio? Soy un hombre.
Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.”
Gilbert keith Chesterton

Donde están parados los demonios cobran vida las semillas de un acordeón de voces. Cuelgan sobres en las paredes plásticas, donde asoman reliquias de anteayer. Los demonios no se esconden solos, corren en círculos, parecen enterrar su envidia sanamente.

Dos pasillos y una galería eran todo el lugar posible. Eran la mirada imposible, eran mitades de un despertar de ruidos.

Cuando abrimos las puertas, cien días suelen recordar. Cometen errores en ciernes, y acumulan reseñas de lo dormido.

Su demonio nunca sabe, solo recorre, solo se esconde. Nadie quiere de ellos, más que la vida misma. Son el fruto de la mirada visceral y la explicación continua del doble faz.

Una faz para escribir y la otra para pegar,

Una faz para mirar y la otra para apoyar,

Una faz para afuera y otra sin remedio alguno.

Los demonios son acusados de falsa rebeldía, se alimentan, tan solo,  de los ángeles que se quedan quietos en un lugar.

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