Ella lo conoció cuando él era un adolescente. Algún día a fines de los 60 visitó su casa y encontró a un joven flaco y desgarbado. Él seguramente ya la había escuchado. Su madre era la productora de un programa de radio muy popular sobre folklore.
Ella se convertiría por esos años en la revelación del nuevo folclore latinoamericano. Su voz y su presencia rompieron con la canción paisajista y dieron paso a nuevos relatos musicales: un ejemplo es el disco de 1969, compuesto por canciones dedicadas a 8 mujeres de la historia argentina.
Sin que las casualidades existan, ese año él formó su primer dúo y tres años después saldría su primer disco.
Por aquellos años, cuando se cruzaba con otros músicos, ella decía: “Este chico es como Chopin“.
Luego de casi tres décadas de amistad, concretaron su historia compartida en un disco con un proceso de elaboración tan tormentoso como fue la segunda mitad de los 90 para él.
Ella le puso voz a algunas de las más hermosas canciones que él compuso a lo largo de casi 30 años de recorrido.
El disco fue el encuentro entre la calma y el caos. Sesiones maratónicas de días de duración. El malestar de él por la pésima recepción que había tenido su reciente disco. Un estilo musical, y de vida y un nivel de exigencia y descontrol al que ella no estaba habituada.
Luego de más de dos años, grabaciones en Argentina, Europa y finalmente EEUU, 12 canciones forman parte del disco, quedando afuera las versiones de Inconsciente colectivo” y Desarma y sangra. Inicialmente se iba a llamar “Somos de acá”, aunque él quería ponerle solo “De acá” y que la tapa tenga a Olmedo haciendo su típico gesto. Década del 90 al palo.
Toda la historia se resume en esta imagen. El fuma y mira al más allá, como siempre Ella se pega a su hombro, intentando que no se le escape, tratando que el caos no se lo lleve.
Lo consiguió, el resultado: Alta fidelidad.

El diseño de portada es de Polonio