Caminar

Caminar tiene efectos secundarios temerarios. En primer lugar estimula el pensamiento. Decía Nietzsche que “hay que sentarse lo menos posible: no creer en ningún pensamiento que no haya surgido al aire libre y estando nosotros en movimiento“.

El filósofo alemán sostenía que el sedentarismo envenena la humanidad. “Estamos acostumbrados a pensar al aire libre, caminando, saltando, subiendo, bailando“.

Para la economía tradicional caminar es tiempo perdido, no produce riqueza.

Rimbaud, Rousseau, Thoreau, filósofos y artistas que vivieron el incipiente desarrollo arrasador del capitalismo se preguntaron “¿Qué provecho saco de una larga caminata por el bosque? El provecho es nulo: no se ha producido nada que pueda luego venderse”.

Mucho más acá en el tiempo el filósofo francés Fréderic Gros, publicó su ensayo “Andar, una filosofía” donde recopila estas y otras historias vinculadas con el andar, la desobediencia, el disfrute y la creatividad. Allí señala que “en la marcha, la señal auténtica de la seguridad en uno mismo es la lentitud. Pero con ello me refiero a una lentitud del caminante que no es  exactamente lo contrario de la velocidad. Es ante todo la extrema regularidad de los pasos, su uniformidad. Hasta el punto de que casi se diría que el buen caminante se desliza, o más bien habría que decir que sus piernas giran, formando círculos”.

La misma regularidad, la misma circularidad presente en la música y algunas de sus formas. La misma regularidad presente en los números y algunas de sus formas. El movimiento incesante, continuo; que atraviesa el paisaje acompañado de los pasos que se suceden de nota en nota, de acorde en acorde.

Ulises Conti es un pianista y compositor. Productor, poeta y creador multifacético argentino. Nacido en 1975 es uno de los artistas más prolíficos y transversales de su generación. Sus obras y colaboraciones van desde Artefactos para dibujar sonidos (2005), una intervención musical para una de las instalaciones de León Ferrari; hasta su abecedario musical Los Griegos creían que las estrellas eran pequeños agujeros por donde los dioses escuchaban a los hombres (2014) que se compone de 27 temas: uno para cada letra del abecedario; pasando por variedad de piezas musicales originales para danza y obras teatrales.

Entre toda su obra, se destacan sus discos Los Paseantes (2007) y Bremen (2016) y los proyectos Caminar y Escuchar y Los Contempladores. Allí se recopilan los sonidos de diversas recorridas, caminatas y paseos. En variedad de situaciones personas son invadidas por sonidos y en todos ellos se combina la contemplación del ambiente y los sonidos que lo rodean.

Su último y reciente disco se llama 1234,8. Conti aborda en él por primera vez de manera íntegra las variantes dentro de la música electrónica.

1.234,8 es la velocidad a la que viaja el sonido. 1234,8 kilómetros por hora es el límite en el que se produce el boom sónico cuando cualquier artefacto supera esa marca. Los nombres de los temas son fracciones de ese número; la suma total de las piezas dan como resultado 1234,8.

Un arquitecto de los sonidos, en un obra dedicada a la velocidad de la luz para caminar a paso firme mientras se pierde el tiempo, pensando, haciendo nada productivo, a la vez que se contempla como esos sonidos se funden con el paisaje.

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