Buscamos. Todos los días de nuestra existencia. Buscamos ese acantilado que nos permita ver todo desde más allá. Que nos muestre lo que existe abajo y que solo obtendremos si nos dejamos caer, pero no lentamente, sino en ese instante de lucidez.
Buscamos, aunque no busquemos, y por eso nunca dejaremos de encontrar. Por más cerrados que tengamos los ojos, nos iremos chocando con las cosas, hasta que no quede otra que abrirlos y mirar.
Un sonido puede aparecer miles de veces ante nosotros. La escucha es ese sentido que no podemos evitar, podemos cerrar los ojos, la boca o evitar tocar algo. Y aunque siempre están los que creen no escuchar, sus oídos siempre oyen.
Los sonidos llegan y se quedan. Y aquí están, después de tanto tiempo, en un instante nos responden algunas de las preguntas que suponemos no tienen respuesta, como por ejemplo: ¿para qué seguir buscando lo que nunca encontramos?